Como en cada estreno de Baz Luhrmann, se levanta mucha expectación por saber qué es lo que propone uno de los directores más visuales y controvertidos de los últimos tiempos. Esta vez adapta la calificada como "gran novela americana" del escritor F. Scott Fitzgerald, levantando ampollas entre los detractores del directores y pasiones entre sus más aférrimos fans.
En el Nueva York de los años 20, Nick Carraway (Tobey Maguire) se instala en una casa de la que es vecino del misterioso Jay Gatsby (Leonardo DiCaprio), del que nadie conoce nada y existen muchas historias y fantasías, pero que organiza la mejores fiestas que puedan imaginarse.
El joven Nick se convertirá en un fiel amigo que le ayudará a recuperar a un antiguo amor de Gatsby, la joven Daisy (Carey Mulligan).
Cinco años después de su particular homenaje a su tierra natal con "Australia", vuelve el director a la carga con su particular estilo, y qué mejor que mostrar unos alocados y escandalizadores años 20 a la vez que nos sumerge en una historia de amor imposible, que es lo que al fin y al cabo siempre ha querido contar en sus películas.
Muchos verán que este Gatsby no es más que otro de esos juguetes del director para hacer un despliegue colorido y visual al más puro estilo glam, y cómo no, todo un continuo anacronismo que conociendo su anterior filmografía poco le debe importar mezclar "la belle époque" con Jay Z o Beyonce Knowles.
Pero, alejándonos de lo que a priori parece lo más característico de la película, ese despligue visual que no sirve más que de introducción al misterioso personaje de Gatsby. El verdadero valor de esta gran adaptación reside en el aspecto íntimo de la historia. Cómo un amor del pasado puede desencadenar tal obsesión en un hombre que ansia tenerlo todo con el único objetivo de volver a atrapar a una mujer ingrata, que ha cambiado, pero que el protagonista de la historia es incapaz de darse cuenta, haciéndolo sufrir, al igual que el espectador.
Y este es precisamente uno de los temas recurrentes en las películas del señor Luhrmann, cómo los hombres pueden perder la cabeza por una mujer, desde Romeo hasta el joven escritor de "Moulin Rouge". Sin embargo, esta novela le ha ofrecido al director mostrar otra cara del "amour fou", porque en esta ocasión, el objeto del deseo no cae rendido a los pies del protagonista como en sus otras películas, lo que le permite al director explorar otros rutas para al final llegar al mismo final, esa sensación de desasosiego que siente el espectador al finalizar cada una de sus películas.
Porque como en todas ocurre lo mismo, tras el luminoso y alocado envoltorio, se esconde algo más, una historia que fácilmente puede tocar al espectador, para que al final olvide todos los excesos anteriores y se quede con ese sentimiento de soledad.
Bien es cierto, que éste Moulin Rouge 2.0 nunca llega a estar a la altura de su obra cumbre, que descuida a algún que otro personaje secundario o que comete algún que otro exceso en el aspecto visual, y no precisamente en la parte de las fiestas del principio de la película. Pero, uno ha podido evitar caer rendido ante una película que ocupará su merecido lugar en la historia del cine, como la más arriesgada adaptación de la novela de Fitzgerald, en la que su director es capaz de usar todas sus armas para transportarnos a una época que se nos antoja caótica y superficial, pero a la vez de un atractivo que hasta incluso pagaría por asistir a una de esas magníficas fiestas del misterioso señor Gatsby.
+ Un fantástico Leonardo DiCaprio, capaz de cualquier cosa
- Que su empaque visual no deje ver lo que de verdad nos quiere contar
PUNTUACIÓN TOTAL: * * * *
miércoles, 5 de junio de 2013
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