Un joven (Andrés Gertrúdix) lleva una vida monótona y gris, tan solo los problemas familiares con su alcohólica madre (Susi Sánchez) consiguen trastocar su rutina, para mal. Un día decide romper con ésto y emprende un viaje, seguramente imaginario, a París y Berlín, donde conocerá a un conjunto de personas que le enseñarán a vivir de otra forma diferente a las 10.000 anteriores noches que no vivió.
El viaje que nos propone Salazar resulta doble, uno a través de una amiga de la infancia que vive en París, en un mundo preparado tan sólo para que su protagonista consiga aprender todo lo que no pudo, preparándolo para afrontar todo aquello que le confronta en su vida real.
El otro le servirá para vivir, sentirse vivo y disfrutar de la vida, a la vez que sus tres cómplices le van ayudando a recuperar la memoria perdida y preparándose para perdonar.
El viaje que nos propone Salazar resulta doble, uno a través de una amiga de la infancia que vive en París, en un mundo preparado tan sólo para que su protagonista consiga aprender todo lo que no pudo, preparándolo para afrontar todo aquello que le confronta en su vida real.
El otro le servirá para vivir, sentirse vivo y disfrutar de la vida, a la vez que sus tres cómplices le van ayudando a recuperar la memoria perdida y preparándose para perdonar.
Doce años han pasado desde que el director malagueño estrenara su ópera prima "Piedras" y tras su aportación en el mundo Moccia, vuelve a la carga con una película que no dejará a nadie indiferente. Dispuesto a apostar por una historia con la cual más de un productor se asustaría, Salazar demuestra no tener miedo y si tiene que asumir varios roles desde dirección, pasando por productor, director de casting y montador, él lo hace, todo sea porque llegue al espectador la triste historia de este joven,interpretado magistralmente por el camaleónico Andrés Gertrúdix, que un día decide dar un cambio radical a su vida.
La película de Ramón Salazar resulta una rara avis, de esas pocas que podemos encontrar en la filmografía de cada país sólo unas pocas veces cada equis tiempo. Una obra madura y reflexiva que sitúa al director a la altura de los grandes poetas, consiguiéndolo mediante la plasticidad visual impresionante, que te deja boquiabierto.
A través de sus hipnotizadoras y magnéticas imágenes consigue traspasar la barrera entre el papel escrito y transforma la poesía en imagen de tal forma que consigue tocarte el alma durante las casi dos horas de metraje.
Para llevar a cabo de este viaje, tan solo hay que cargar la mochila de buenas intenciones y de una mente abierta para poder adentrarse en la complicada tela que ha tejido Salazar, siendo sorprendente la forma de la que es capaz de absorberte sin que sepas cómo ha sucedido, para una vez dentro de la historia no poder querer nada más que nunca acabe la película, que al igual que su protagonista, nosotros seamos capaces también de aprender esta lección de vida.
La dirección, los actores, su fotografía y montaje, la música y todos los aspectos tanto artísticos como técnicos de la película, se ponen al servicio, a la vez que se conjugan a la perfección, para que emprendamos este viaje sensorial y aprendamos sus reflexiones sobre lo que somos y lo que no nos dejaron ser y sin embargo, siempre podremos alcanzarlo tan solo con la voluntad de querer hacerlo.
Una obra que roza la perfección, hecho por y para espíritus inquietos, que a través de un lirismo nos hace creer que un buen cine es posible y sitúa a su director como uno de los grandes referentes del cine español, esperando que no tarde tantos años en volver a rodar su siguiente película. Aunque, para conseguir algo como lo que vemos en estas 10.000 noches, esperaremos todo lo que sea necesario.
+ Su fuerza, su potencia visual, su poesía y la entrega tanto del director como de sus actores.
- No querer ser comprendida por algún sector del público.
PUNTUACIÓN TOTAL: ★ ★ ★ ★ ★
La película de Ramón Salazar resulta una rara avis, de esas pocas que podemos encontrar en la filmografía de cada país sólo unas pocas veces cada equis tiempo. Una obra madura y reflexiva que sitúa al director a la altura de los grandes poetas, consiguiéndolo mediante la plasticidad visual impresionante, que te deja boquiabierto.
A través de sus hipnotizadoras y magnéticas imágenes consigue traspasar la barrera entre el papel escrito y transforma la poesía en imagen de tal forma que consigue tocarte el alma durante las casi dos horas de metraje.
Para llevar a cabo de este viaje, tan solo hay que cargar la mochila de buenas intenciones y de una mente abierta para poder adentrarse en la complicada tela que ha tejido Salazar, siendo sorprendente la forma de la que es capaz de absorberte sin que sepas cómo ha sucedido, para una vez dentro de la historia no poder querer nada más que nunca acabe la película, que al igual que su protagonista, nosotros seamos capaces también de aprender esta lección de vida.
La dirección, los actores, su fotografía y montaje, la música y todos los aspectos tanto artísticos como técnicos de la película, se ponen al servicio, a la vez que se conjugan a la perfección, para que emprendamos este viaje sensorial y aprendamos sus reflexiones sobre lo que somos y lo que no nos dejaron ser y sin embargo, siempre podremos alcanzarlo tan solo con la voluntad de querer hacerlo.
Una obra que roza la perfección, hecho por y para espíritus inquietos, que a través de un lirismo nos hace creer que un buen cine es posible y sitúa a su director como uno de los grandes referentes del cine español, esperando que no tarde tantos años en volver a rodar su siguiente película. Aunque, para conseguir algo como lo que vemos en estas 10.000 noches, esperaremos todo lo que sea necesario.
+ Su fuerza, su potencia visual, su poesía y la entrega tanto del director como de sus actores.
- No querer ser comprendida por algún sector del público.
PUNTUACIÓN TOTAL: ★ ★ ★ ★ ★
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