Sergi (David Verdaguer) y Álex (Natalia Ten) son una pareja que vive en Barcelona y piensan ya en tener un hijo. Sin embargo, esa estabilidad deberá ser interrumpida por un año debido a que Álex ha conseguido un trabajo en Estados Unidos. Durante ese tiempo deberán luchar por mantener una relación gracias a las nuevas tecnologías.
¡Un suicidio! Eso es lo que debió pensar más de un productor al leer el fantástico guión de Carlos Marques-Marcet y Clara Roquet. Dos personas, dos habitaciones, muchas escenas de videoconferencia y, ¡ah, un plano secuencia de 20 minutos!
Pero, menos mal que un conjunto de valientes productores le dieron la oportunidad a su joven director de llevar a cabo tan complicada aventura, porque el resultado no podría haber sido mejor: una hermosa y electrizante película que destila verdad y genialidad por cada uno de sus poros.
Dejando atrás el muy elogiable plano secuencia que abre la película, que consigue meterse al espectador en el bolsillo, gracias a las muestras de cotidianidad y naturalidad que desprenden sus dos protagonistas, Carlos Marques-Marcet nos introduce en lo que realmente es la película.
Un vehículo de exploración e investigación de hasta dónde pueden llegar los diferentes medios tecnológicos como herramienta de transmisión de ideas. Y ha triunfado en lo que otros han fracasado: que la forma no gane al fondo. Para ello, en vez de sobre-explotar y abusar de todas las posibilidades tecnológicas que son el el handicap de la película, ha conseguido mezclar a la perfección ésta y la imagen convencional.
Recorriendo una delgada y peligrosa línea, Marques-Marcet consigue que el ritmo de la película sea potente e inquietante, gracias a la gran capacidad que tiene de hacer sentir al espectador identificado con todas sus situaciones, debido a una serie de cotidianas escenas, que a priori podrían parecer que no aportan nada a la historia, pero que tienen escondido un significado que es el que poco a poco va precipitando el drama de esta película.
Porque no nos engañemos, no es la comedia que muchos han querido vender; te ríes, sí, gracias al carisma de David Verdaguer un actor que ha sabido triunfar en la balanza de la comedia y el drama como muy pocos saben hacer. La película, esconde un verdadero drama, que tocará fácilmente a cualquier espectador, gracias a que su director no miente, no engaña y tampoco juzga a ninguno de sus dos personajes.
Fácilmente podría haber manipulado al espectador para que hubiera un ganador y un perdedor o que se percibiera que uno tiene más culpa que el otro en muchas de las situaciones que les suceden en ese año internáutico. Sin embargo, la mirada cristalina de su director nos muestra la realidad tal y como es, la dificultad de afrontar una relación a más de 10.000 km, así no clava su espada en un personaje en concreto, sino que las culpas, faltas y victorias son compartidas por ambos.
Aunque, para que el milagro que supone esta película, pudiera ser real, ha tenido que contar con dos grandes actores que se comen la pantalla con cada una de sus miradas, con lo que dicen y con lo que esconden. Dos actores valientes que han saltado al vacío en esta arriesgada aventura cinematográfica y que han sabido confiar en un director que con su primera película ya se ha consolidado como uno de los rostros más importantes del panorama cinematográfico español.
+ La capacidad de crear incomodidad con situaciones tan cotidianas.
- El extraño pudor femenino en los desnudos en contraposición al masculino.
PUNTUACIÓN TOTAL: ★ ★ ★ ★
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