Victoria (Laia Costa) es una joven española que trabaja en un café berlinés. Una noche de fiesta conoce a tres simpáticos jóvenes con lo que decide compartir el resto de la noche que queda por delante. Sin embargo, entre risas y alcohol, un giro radical de los acontecimientos sucederá y hará que se vea involucrada en una huída sin vuelta atrás.
Precedida de muy buenos comentarios desde su estreno internacional en el pasado Festival de Berlín y siendo una de las películas más comentadas en los últimos meses en las redes sociales, todo debido a dos aspectos clave. Por un lado, el largo plano secuencia de dos horas y veinte, y la maravillosa actuación de la española Laia Costa. A partir de ahí, el deseo de ver "Victoria" ha crecido hasta que hemos podido comprobar si era cierto todo lo que se hablaba sobre ella.
La película comienza de la forma más inocente posible, una joven española se encuentra de fiesta en el famoso barrio berlinés de Kreuzberg, allí se encuentra con otros jóvenes que como ella sólo quieren disfrutar de la noche y su juventud. A pesar del ruido, la estridente música del inicio y la efusividad de sus vidas, Sebastian Schipper comienza con un planteamiento relajado, se lo toma con tranquilidad y nos presenta a los personajes y sus vidas para que podamos empatizar con ellos para poder entender todo lo que va a llegar después, y sobre todo, se toma el lujo de ir pelando todas las capas que cubren a esta atrayente Victoria.
De esta forma la película se divide en dos partes claramente diferenciadas, en las que siempre a través de la omnipresente presencia y mirada de Laia Costa asistimos inicialmente a una celebración de la vida, la amistad, el deseo de disfrutar, que sobre todo se retrata con la conexión que se produce entre la protagonista y el personaje interpretado por Frederick Lau, representación de ese momento que supone cuando dos desconocidos se conocen y la chispa que puede surgir entre ellos. Todo ello acompañado de una melancolía y un retrato cercano a lo generacional, donde hasta hay cabida para la expresión de los deseos y luchas perdidas, bravísimo momento de piano. Sin embargo, llega un momento en el que la película da un giro radical, suponiendo todo aquello por lo que su director rodó esta película y de esta manera jugar, experimentar y sacar todo el provecho y posibilidades artísticas que el plano secuencia puede ofrecer.
Un plano secuencia, de los más complicados rodados en la historia del cine, cercano al magistral nivel del visto en la mejor película-plano secuencia de la historia "El Arca Rusa", y donde nos quedamos asombrados y constantemente maravillados la prodigiosa labor de organización, en la que innumerables escenarios exteriores, lugares privados, personajes, secuencias de discoteca, además de persecución policial incluida, hacen que durante las dos horas y veinte que dura este deleite, no paremos de preguntarnos cómo ha podido plantearse este sobreesfuerzo y triunfar de tal manera.
Ver "Victoria" resulta todo un placer tanto visual como sensorial, resultando una de las películas más brutales que hemos visto desde hace mucho tiempo, una obra que se quedará marcada en la retina del espectador durante mucho tiempo, que a través de su vibrante cámara no cesa en el constante empeño de meternos en la piel de esta intrépida española, en la que una tranquila noche berlinesa marcará el resto de su vida. Bravo por la apabullante Laia Costa; rostro, voz y alma de Victoria, personaje ya icónico en la cinematografía alemana, que si jugara bien sus cartas más le valdría una clara nominación a los Oscar, una de las mejores y más naturales interpretaciones que se hayan visto en la historia del cine.
+ El laborioso trabajo de dirección de Sebatian Schipper, y una Laia Costa brutal.
- Quizás peque de un exceso de metraje.
PUNTUACIÓN TOTAL: * * * * y 1/2
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